viernes, 8 de febrero de 2013

Moncho Fernández: El Alquimista que conquistó Compostela

Por Mirian Fernández (@mirianfdezv)


Quien ha leído El Alquimista de Paulo Coehlo entiende bien su mensaje: "Cuando una persona desea realmente algo, el Universo entero conspira para que pueda realizar su sueño. Basta con aprender a escuchar los dictados del corazón”. Y el corazón de Moncho Fernández ha sentido como se cumplían grandes sueños, tanto individuales como colectivos. Sus éxitos han creado una nueva ilusión en Santiago de Compostela. Alquimista es también “Aquel que convierte el plomo en oro”. El apodo lo acuñó por primera vez un amigo que trabaja en Marca.com, Enric Corbella, al alabar su capacidad de transformar equipos en teoría menores en equipos ganadores. La clave es la creación de buenas relaciones humanas en sus equipos, a través de su personalidad consigue el compromiso de sus jugadores. Como el propio Moncho ha dicho, la verdadera alquimia “reside en la capacidad de todos nosotros para llevar eses principios como bandera a lo largo de nuestra vida”. Valores como el trabajo, la humildad y el compromiso le han llevado a tocar el cielo en una ciudad en la que es una de las personas más queridas y respetadas. Profeta en su tierra.

La mejor de las noticias se hizo pública hace dos días durante una visita de la plantilla y el cuerpo técnico a la sede de Endesa en As Pontes. Moncho Fernández renueva por dos temporadas como entrenador del Obradoiro. Su mayor deseo es asentar al equipo en la máxima categoría del baloncesto nacional. "Daremos lo mejor de nosotros para que ese barco en el que ponéis tanta ilusión, trabajo y dinero llegue a buen puerto” afirmó agradecido. El capitán volverá a señalar el camino. Raúl López, como presidente, tuvo también palabras de cariño hacia él: “Los resultados son importantes, pero también lo son otras cosas como los valores y él ha conseguido formar parte de la historia de este club”. Sin duda, la afición le considera la persona ideal para continuar debido a su trayectoria, implicación e identificación con el proyecto del club.



El Alquimista posa con su pizarra
Foto: El Correo Gallego
Pupilo de Moncho López

Su historia tiene en la actualidad final feliz pero alcanzar el prestigio no fue sencillo.

Curiosamente, su primer recuerdo de baloncesto es a los 6 años en el antiguo pabellón de Sar, cuando acudía con su padre a ver al Obradoiro. Durante su infancia y adolescencia practicó el deporte pero pronto se percató de su incapacidad para jugar bien, por lo que a los 17 años comenzó a entrenar al primer equipo del colegio Peleteiro, en el que estudiaba. “Para mí nunca había sido un sueño ser entrenador profesional, simplemente era algo que no me planteaba. El sueño de mi vida era dar clase de Historia y entrenar a baloncesto”.

Su inmersión definitiva surgió de la mano de Moncho López, quien le otorga en el año 2000 la oportunidad de ser su ayudante en la ACB, en el Gijón Baloncesto. “Me dije, vamos a probar y tener esta experiencia, si la cosa acabase mal por lo menos ya la había vivido. No era un planteamiento prioritario en mi vida”. Aprender al lado del otro Moncho resultó fundamental en su carrera al ampliar conocimientos para ser mejor entrenador, por lo que continuó a su lado hasta la temporada 2005/2006 en la que dirigieron al Leche Río Breogán.

Y llegó el momento de afrontar el camino en solitario, en el gaditano Club Baloncesto Villa Los Barrios, una pequeña población de poco más de 20.000 habitantes. En tres temporadas, él y su equipo técnico lograron que un equipo que sólo pensaba en la permanencia en la Liga Adecco Oro soñase con un histórico ascenso a la ACB. Fueron también los únicos que han llevado al Villa a disputar una Copa Príncipe. Y los únicos que le han llevado a jugar un “playoff” de ascenso. “La verdad es que en Los Barrios se dio una química increíble entre el público y el equipo, porque era un conjunto muy luchador”. En la grada barreña todavía guardan un gran recuerdo del técnico gallego: "Quizá haya entrenadores mucho más buenos que Moncho, pero trabajadores como él hay pocos. Y es el único que nos ha hecho tocar el cielo”.

La experiencia le sirvió de escaparate y lanzadera. Quizás pocos saben que Moncho pudo trabajar de segundo entrenador junto a Ettore Messina en el Real Madrid, aunque finalmente rechazó la propuesta. “Siempre digo lo mismo, un entrenador no solo es él, sino las circunstancias personales, lo que implicaría en aquel momento irme a Madrid fue lo que me frenó a aceptar la oferta, fue un orgullo enrome que se fijasen en mi”.

Aquel verano de 2009 el Alquimista también sonó como posible entrenador para el recién creado Xacobeo Blu:Sens Obradoiro, pero finalmente recaló en Murcia. Sin embargo, el sueño de liderar al equipo murciano en la ACB fue disminuyendo al ritmo que llegaban las derrotas. Un parcial de 2-9 victorias y derrotas y el hecho de ser el colista de la liga supusieron su destitución como entrenador del equipo. Moncho había aprendido una lección más sobre la gestión del vestuario.



La cena que cambió el rumbo del Obradoiro

Cuando Moncho fichó por el “Obra” la situación era muy distinta a la que es en la actualidad. Todavía sangraba la herida del descenso. Además, la inestabilidad institucional hacía temblar los cimientos del club. Pero en algo estaban todos de acuerdo, había que trabajar para devolver la ilusión a la gran afición que se había forjado, su apoyo permanecía intacto.

Nos teniamos que levantar, y él fue el elegido. Nadie mejor que un hombre de la tierra. “Siempre digo lo mismo, mi nombre o apellidos si puedo cambiarlos pero el sitio donde nací no puedo cambiarlo, soy compostelano y estoy muy orgulloso de serlo, en primer momento es una motivación personal y todo lo que implica para mí y para mi entorno afectivo, hace que todo cambie, el día a día es todo especial, es el equipo que primero vi jugar”.

Fue el por aquel entonces director deportivo, Chete Pazo, el encargado de depositar su confianza en Moncho y convencerle de que aceptara el reto. “Ficho por el Obradoiro prácticamente a la hora que me lo ofrecen. En una cena tenemos una reunión que se alarga un par de horas y bueno, las 5 o 6 horas que dura la cena-reunión vi que confiaban en mi trabajo, y me sentí halagado y encantado de aceptar el proyecto”.

Moncho se dirige a sus jugadores en el Mutiusos Fontes do Sar
Foto: Álvaro Ballesteros
Desde el momento en el que empezó a trabajar ha ido escribiendo capítulos en la historia del equipo compostelano. Durante el año en la Adecco Oro el equipo fue capaz de igualar la mejor racha de victorias de toda la historia de la categoría, para luego conquistar la Copa Príncipe ante su anterior equipo. Pero lo más importante fue que se cumplió el objetivo del ascenso. Aunque en el Playoff, el baloncesto fue justo y devolvió a Santiago y Galicia al lugar que se merecían. “Lo bonito de este club con mucha historia pero pocos años en la máxima categoría es que cada cosa que conseguimos nos hace entrar con letras de oro en la historia del club. Cada reto abre más puertas”. Uno de los técnicos más experimentados de la LEB Oro estaba preparado para triunfar por fín en la ACB. “El partido más importante de nuestra historia fue cuando le ganamos a Valencia en casa y mantuvimos la categoría, algo que nunca habíamos conseguido” El premio más especial, el sueño con el que soñaba toda una ciudad se había hecho realidad.

Y que decir de la presente temporada. Con casi 700.000 euros menos de presupuesto el conjunto ha logrado el mejor balance de victorias y derrotas. La meta de la permanencia está cada día más cerca. La nota triste es de momento la no clasificación para la Copa del Rey que se celebra estos días en Vitoria. Aunque suene a tópico, el baloncesto no fue justo, la diferencia fue un balón que en el último segundo no quiso entrar. “Tenemos que seguir nuestro camino. Ha sido un lujo que hayamos estado peleando por una plaza en la Copa, pero ahora hemos de levantarnos” señaló Moncho tras el partido.



De Alquimista de Pontepedriña a Pregonero de Compostela

La noche del pasado 20 de julio Moncho Fernández fue el encargado de dar el pistoletazo de salida a las Fiestas del Apóstol. Ese día conquistó a la otra parte del Obradoiro. No era un simple discurso, ni un pregón más. Fue un premio a los valores de equipo que cada día intenta transmitir a sus jugadores y a quienes vibran con ellos. Unos principios en los que se fundamentan sus logros deportivos pero también los vitales. El orgullo de Compostela, como el mismo afirmó la “ciudad más hermosa del mundo”, donde tuvo “la suerte de nacer”.

Víctor Pérez, Gonzalo Rodríguez y Moncho Fernández
Foto: Álvaro Ballesteros
Suyo es en gran parte el triunfo de reavivar la magia del baloncesto en Santiago. “Se juega mucho a basket en la ciudad desde hace muchos años. Se ha recuperado un sentimiento que quizá estaba dormido. El Obra siempre ha sido un club muy vinculado a la ciudad y por eso el Sar y la afición enseguida se han vinculado a su club”.

Pero no sería justo hablar sólo del primer entrenador. Sus inseparables compañeros de viaje son parte importante del éxito. Es el triunfo del trabajo en equipo. Víctor Pérez y Gonzalo Rodríguez tienen una gran experiencia en las máximas categorías y se encargan de hacer el scouting propio y el del rival. "El día que fiche en los San Antonio Spurs espero tener presupuesto para llevarme a mis ayudantes conmigo" bromea Moncho. “Tengo el mejor cuerpo técnico que cualquier entrenador del mundo pueda soñar”.

El Obradoiro es una familia en la que todos están integrados. La alquimia aplicada al baloncesto. Ganarse el compromiso de sus jugadores desde lo personal. “Hay algo muy bonito para un entrenador, cuando te encuentras con jugadores que has entrenado, que te siguen tratando como entrenador, eso es muy grato porque significa que para ellos has sido alguien importante en su vida”.

“La estabilidad del club, trabajo de la plantilla y apoyo de la afición. Si estos tres pilares van de la mano, lo vamos a conseguir”. Moncho Fernández, el pilar de este Obradoiro vuela con los pies en la tierra. Como el protagonista de Coehlo es un héroe que busca su tesoro, que persigue sus sueños. Pase lo que pase, su nombre quedará grabado con letras mayúsculas en la historia de este club y de esta ciudad. Como él mismo dijo durante la celebración del ascenso en la Caldeira do Sar: “Simplemente, Gracias”.